Alguien escribió que si los hombres
nos acostumbrásemos a sonreír con más frecuencia, y a ser más sencillos, la humanidad se sentiría mejor y más feliz.
Y es que la sonrisa es una característica propia del hombre;
solamente el hombre es capaz de sonreír.
Por eso otro afirmó,
quizá con poca delicadeza, pero con indudable veracidad,
que cuanto más el hombre sonría es más hombre;
por el contrario, cuanto menos sonría, es más animal que hombre.
Sonreír siempre y sonreír a todos;
porque todos esperan nuestra sonrisa y todos necesitan de ella;
nosotros somos los primeros en necesitar nuestra propia sonrisa,
para sentirnos mejores y más optimistas, más tiernos de corazón.
Sonreír al niño travieso y molesto,
sonreír al anciano solitario y pesado,
sonreír al amigo inoportuno,
sonreír al vecino cargoso,
sonreír al cartero, al verdulero, al diariero...
sonreír a todos, para hacerlos a todos mejores y ser mejores.
“Alégrense y regocíjense entonces,
porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”
(Mt 5,12).
Cuando pensamos que somos hijos de Dios,
el corazón se nos llena de profunda alegría
y nada hay en el mundo que pueda separarnos de la caridad de Cristo,
como dice de sí mismo el apóstol Pablo
(Rom 8,35).
* P. Alfonso Milagro

nos acostumbrásemos a sonreír con más frecuencia, y a ser más sencillos, la humanidad se sentiría mejor y más feliz.
Y es que la sonrisa es una característica propia del hombre;
solamente el hombre es capaz de sonreír.
Por eso otro afirmó,
quizá con poca delicadeza, pero con indudable veracidad,
que cuanto más el hombre sonría es más hombre;
por el contrario, cuanto menos sonría, es más animal que hombre.
Sonreír siempre y sonreír a todos;
porque todos esperan nuestra sonrisa y todos necesitan de ella;
nosotros somos los primeros en necesitar nuestra propia sonrisa,
para sentirnos mejores y más optimistas, más tiernos de corazón.
Sonreír al niño travieso y molesto,
sonreír al anciano solitario y pesado,
sonreír al amigo inoportuno,
sonreír al vecino cargoso,
sonreír al cartero, al verdulero, al diariero...
sonreír a todos, para hacerlos a todos mejores y ser mejores.
“Alégrense y regocíjense entonces,
porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”
(Mt 5,12).
Cuando pensamos que somos hijos de Dios,
el corazón se nos llena de profunda alegría
y nada hay en el mundo que pueda separarnos de la caridad de Cristo,
como dice de sí mismo el apóstol Pablo
(Rom 8,35).
* P. Alfonso Milagro