Callar

ENERO 7




Saber hablar y saber callar; no sabemos que será más fácil o más difícil, más conveniente o más meritorio.

Callar de sí mismo, es humildad; no hablar de sí, cuando uno siente el deseo de exponer los propios méritos o las propias ideas o iniciativas, es signo de verdadera humildad.

Callar los defectos ajenos, es caridad; no criticar a los demás sus actitudes, sus intenciones, sus actos; no emitir juicios comparativos; no hablar tanto de los otros, siempre con un dejo de crítica o pesimismo, es ciertamente caridad.

Callar a tiempo es prudencia; no hablar cuando nos sentimos con el impulso de  la reacción, cuando nos viene e la punta de la lengua toda una serie de palabras, invectivas o denuestos, eso es prudencia.

Callar en el dolor, eso es heroísmo; no tratar de volcar en los corazones de los demás las penas propias, los dolores íntimos; hacerles partícipes no tanto de los  dolores, cuanto de las alegrías, reservándonos para nosotros las penas, eso es  heroísmo.

“Los enemigos de Cristo lo acusan falsamente; pero Él seguía callado y no respondía
nada” (MC., 14, 61).

 “El hombre discreto se calla” (Prov., 11, 12).

Hay silencioso tenido por sabio y quien se hace odioso por su verborrea... El sabio guarda silencio hasta su hora, mas el fanfarrón e insensato adelanta el momento” (Eccli, 20, 5-8).




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